Crítica "One Night in Miami"

“One Night in Miami” es una película que podrá gustarte más o menos – como todas, vamos -, pero no se le puede negar el título de rareza cinematográfica; por el tema que aborda, por como lo aborda, por su origen (una obra de teatro), por la forma en que está dirigida y por ser un festival verbal de discusiones y planteamientos políticos por parte de cuatro de las personas más importantes del movimiento de la liberación afroamericana – Cassius Clay, Malcolm X, Sam Cook y Jim Brown - que se dan cita en una ocasión histórica. Una noche en Miami o la noche después del campeonato del mundo de Cassius Clay; en definitiva, la noche que pudo cambiarlo todo. Y quizá lo hizo. 

Cada uno de los personajes se presenta de forma independiente jugando con la doble rasante del racismo: por un lado, la clara discriminación del hombre blanco frente a ellos; pero por otro lado, ya se muestra cierta tendencia racial del hombre blanco a sentir una fascinación paternalista hacia ciertas características inalcanzables para el hombre medio. La discriminación obliga a un proceso de purificación que de alguna forma inhabilita el rol de víctima del afroamericano.

Para esta obra cinematográfica se alían Regina King en la dirección y Kemp Powers al guion (Soul, 2020). Como curiosidad sobre el guionista, en el documental de Disney, Inside Pixar (2020) en el que se retrata brevemente las tareas de ciertos miembros en una producción de Pixar, el primer capítulo está dedicado a Kemp Powers – supongo que recién estrenada Soul, servía a modo de promoción -. En dicho capítulo, él dijo que era muy importante para él escenificar en la película Soul un momento de una comunidad negra en todo su esplendor sin la posible distorsión blanca, por eso la escena de la barbería, que originalmente no estaba en el primer borrador del guion. Esa misma devoción por el retrato de la comunidad se muestra en la película de Regina King, cuatro personas muy peculiares, cuatro superestrellas de lo suyo, y como no, cuatro personas muy diferentes entre sí, que no obstante nunca abandonan el compromiso de la hermandad, del apoyo y del creer el uno con el otro.



A nivel formal, la película atraviesa varias narrativas: desde la épica deportiva, a escenas que parecen teatro grabado, momentos cómicos, números musicales, etc. Todos ellos en la justa medida, en su dosis necesaria. Se percibe un buen ejercicio de dirección en no usar el recurso fácil del salto de un genero a otro para generar sorpresa en el espectador o a modo de reclamo de la atención que se está perdiendo. La película como he dicho proviene de una obra de teatro, lo que limita bastante la espectacularización del guión original, pero por contra a la tendencia a pensar que eso puede llevar al aburrimiento, la película sabe aprovechar muy bien los espacios. Y me refiero a los espacios literalmente. Casi toda sucede en una habitación de motel, pero es gracias a la presencia de sus personajes, su movilidad, su saber ocupar el espacio, el uso de los movimientos de cámara – normalmente planos bastante alejados, quizá para mantener la fidelidad teatral -, el plano contra plano y, como no, el carisma de los personajes, hace que en ningún momento la película se vuelva claustrofóbica. Todo en cuanto hay es aprovechado de forma sutil y elegante, sin llamar la atención; de igual forma, la fluidez de las conversaciones se deja llevar con ligereza, dando un tono muy realista. Otra de las virtudes de Kemp Powers es la importancia justa que sabe dar a los detalles; no cae en excesos ni en enfatizaciones absurdas o burdas, mantiene la armonía aparente de la película siendo capaz de crear altibajos dando la profundidad a ciertos asuntos de forma elegante.

Por ejemplo; la película transcurre, principalmente, después de que Cassius Clay se proclamara campeón del mundo de boxeo. El retrato del combate y del deporte en sí es bastante rico y matizado – siempre partiendo de la perspectiva que no es el tema principal de la cinta -. Se muestra el boxeo como una metáfora de la lucha espiritual. Se puede morir en un combate de boxeo, pero aparte de la vida, también está en juego un mensaje, un reclamo, el orgullo. El deporte no está alejado de la religión, la superstición o el ritual – y mucho menos del uso político -, y tanto guionista como directora hacen muy bien en otorgar esta versión holística de lo que ha supuesto el deporte – y las competiciones deportivas – a lo largo de la historia, alejándose de una polarización que suele aportar frivolidad y simplismo a las cintas. No está de más ver que el propio Cassius es consciente de esta múltiple variante del deporte, sino que en un momento de la película afirma a sus compañeros: mientras gane, ningún blanco podrá decirme nada. Un todo general que involucra la religiosidad u el deporte. Una visión compleja del deporte y de la trascendencia histórica del acontecimiento. 

Al transcurrir gran parte de la película en un interior, el espacio cerrado sirve para crear ciertas disonancias entre el discurso y los actos. Como es obvio, gran parte de la conversación es un retrato de los problemas raciales de la época, el papel de la comunidad del islam en la lucha emancipadora, las diferencias entre los planteamientos particulares de cada uno y las responsabilidades que cada uno asume – o debería asumir – en la lucha por la emancipación. No obstante, la sensación que se crea en la habitación es la de un espacio poco situado, aislado, alejado de la realidad; un sitio en el que solo tiene validez el talento y la perspicacia dialéctica. Este punto de fuga se resuelve mediante el uso del espacio exterior – el espacio hacia el que apunta el propio discurso – como herramienta de “puesta en escena” las palabras. Hay un momento, quizá el más señalado de este uso cinematográfico, en que Malcolm X acusa a Sam Cook de haber abandonado a la comunidad negra para venderse al entretenimiento de los blancos; justo en ese momento, la imagen que acompaña las palabras de Malcolm es un travelling por el pasillo exterior del motel que se inicia con el plano de una sirvienta afroamericana bajar por las escaleras cargando con unas sábanas limpias para terminar encuadrando a los dos guardaespaldas – afroamericanos también – que vigilan la puerta de la habitación.

La película termina con cada uno por su lado; cada uno frente a su destino histórico, una tragedia que acompaña la magnífica voz de Sam Cook. Una tragedia que por desgracia, lleva la inscripción de “basado en hechos reales”-

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